Gaïac

Historia del Perfume

Este perfume esconde una leyenda guaraní. El Chaco Paraguayo es sin lugar a dudas un paraíso terrenal y sus gentes poseen la riqueza más grande que un pueblo puede atesorar, los mitos vivos de su tierra. En 2003 viajé acompañando a mi abuelo a esas tierras para comprar madera de Gaïac, que allí le llaman Guayacán. Nos contaron una leyenda tan hermosa que merecía ser guardada en mi memoria para siempre. Es la historia de una joven muy hermosa que día a día pasaba por la vera de un camino donde había un árbol de Guayacán, de los que crecen en esas tierras, con una copa muy frondosa y bonitas flores azules que desprendían un aroma que se confundía con el azahar y la lavanda. Era tan hermoso que parecía haber sido moldeado por el mismísimo dios del sol, Ñamandu. La muchacha estaba prendada de un chico de su pueblo y su amor no era correspondido. Cada día que pasaba delante del árbol, se paraba frente a él, lo rodeaba con sus brazos y se quedaba allí unos segundos suspirando por su amor. Uno de esos días, fue tan grande su deseo de que ese árbol fuera su amado que clavó sus uñas en la corteza por la fuerza de su abrazo desdichado. Brotó resina del tronco lastimado y se mezcló con las lágrimas de su amor desolado. Al otro día apuró el paso para llegar a su amado Guayacáero en su lugar, había un hermoso joven de ojos azules con su torso desnudo. Al verla, sonrió y la abrazó. Ella sorprendida correspondió su abrazo. El joven olía a azahar y a una agradable madera resinosa. Cuando sus manos se deslizaron por la espalda del muchacho, sus dedos sintieron los rasguños que había dejado en el tronco de su amado Guayacán. Ese mismo año vino al mundo Gaïac.